Descripción
A veces simplemente no lo esperaba y su grito me devolvía de mi abstracción de niño. Ahora no los escucho más, pero mi mente en algunas siestas de verano lo recrean: “picoooleeee picoooleee” como si se hubieran inspirado de los diareros. Acto seguido venia alguna bolufrase que alguno del grupito tiraba “lárgate un pedo y ole”. Nos reíamos siempre.
Una vez que la sirena del picolero había sonado sabíamos que estaba cerca. Acto seguido salíamos a la vereda a verlo venir. Le hacíamos gestos y venía con su hielera de telgopor manchada de tierra colorada. Abría la tapa y entre papeles de diario que ayudaban a mantener el frio saludaba con un “Que gusto?” Yo le respondía “el violeta” ya que no tenían gusto, tenían colores. “El rojo”- le decía mi amigo . Y nos íbamos corriendo para dentro de casa mientras nuestros dientes de leche se derretían junto al agua del picole.